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En Naturaleza muerta, obra del director griego Dimitris Papaioannou, la acción se lleva a cabo en una espacio vacío, oscuro y silencioso, habitado por unos pocos seres de origen divino que llevan la marca en su espalda de lo que pudo ser un par de alas, ahora obstruidas por un gran peso. La alusión a lo celestial se completa con la combinación de la iluminación y el recurso del humo en la parte alta del escenario, los que juntos construyen la apariencia de una nubosidad que se posiciona por sobre todo y que se manifiesta como inalcanzable para los ángeles caídos. En relación con esa condición de “caídos”, estos seres alados son decadentes, pues tales alas parecen un accidente de la acumulación del polvo, como si esos hombres fueran lo mismo que objetos en desuso. En conjunto con el gesto sarcástico de la aparición de formas semejantes a un par de alas en la chaqueta de hombres desgastados por el peso del mundo, la acumulación de escombros que estos mismos seres producen mientras avanza la acción, permite que la obra de Papaioannou pueda formular opiniones sobre el padecimiento que experimenta el ser humano y que da forma a la sociedad occidental actual a causa de parámetros que él mismo ha construido.
El proceso desplegado para que la obra de Papaioannou pueda desarrollar esa idea comienza con la aparición de un pequeño muro que apenas llena el escenario vacío, y que, como sistema significante, se asemeja más al vestuario que a la escenografía, porque uno de los personajes lo lleva encima, como una segunda chaqueta en la que su espalda, agobiada por el peso, se incrusta. El muro, así, no es estático y va donde sea que el hombre vaya. El peso de ese material sólido recuerda a Sísifo, pero también a Prometeo, quien no cargó la piedra, pero estuvo encadenado a ella. Sin embargo, los ángeles sólo son semejantes a estos personajes del mundo antiguo. La intención de Naturaleza muerta participaría, más bien, de una recontextualización de estas figuras para que se consumen en la obra, vinculadas, a nivel de significados, a discusiones de nuestra época. No hay, por tanto, en la obra de Papaioannou, alusiones al mundo religioso o político de la antigüedad, sino a algo semejante a la sensación de condena que produce la noción de existencia del sujeto moderno. Cada uno de los personajes que se hace cargo de llevar el peso no es Sísifo ni busca parecérsele. Naturaleza muerta alude a éste sólo para luego modificar la idea de que el castigo es de carácter divino, pues, como explicaré más adelante, en esta obra se sugiere que la responsabilidad de una supuesta divinidad en la construcción del peso del muro se manifiesta, más bien, como responsabilidad de los hombres, sin que estos perciban (o tal vez no quieran percibir) su rol en esta construcción.
La presencia del muro siendo llevado a cuestas por los hombres, permite que el espacio se comience a llenar de escombros, a la vez que la figura humana que padece el peso del muro ensaya su forma, y en ese ensayo deforme su cuerpo. El muro y el cielo parecen actuar unidos en la construcción de la agobiante realidad social en la que habita el hombre que lleva a cuesta aquel trozo de cemento. En relación con lo último es fundamental preguntarse, ¿qué está proponiendo la obra a nivel de formulación de significados? Naturaleza muerta busca iluminar la idea de que la realidad social está hecha de discursos, y que el peso en la espalda de los hombres es parte de una conformación discursiva hecha por el hombre, en la que éste adjudica la creación de ese peso a aquello que habita en la nubosidad que lo cubre todo. Así, los significados del peso y agobio que produce el muro en el hombre pueden entenderse como la manifestación de una moral, una racionalidad o un conocimiento con ostentación de verdad. Todas estas formas de conocimiento elaborado por el ser humano podrían estar participando de la construcción del muro. La deformación del cuerpo de los hombres sería, por tanto, el resultado del peso que él mismo provoca con la forma de divinidad o alguna otra forma discursiva presentada como forma de poder. Como consecuencia, el ser humano carga el muro que él mismo ha construido, pero también nace, como quien sale de un útero, de ese mismo muro que lo expulsa como un ser deforme.
La construcción de significados de Natrualeza muerta se va nutriendo de nuevos personajes. Aparece, por ejemplo, la mujer, la que al ser parida por el muro (ya constatado que éste es una construcción humana y no divina), pierde el falo y luego es construida por el hombre mediante la deformación de su imagen tras una placa trasparente que funciona como filtro de su apariencia. Aparece, también, el obrero, agobiado por la responsabilidad de cargar los ladrillos con que debería construir otro muro. Aquí sería pertinente advertir que el nuevo muro al que dará forma este obrero aún no existe pero ya constituye un peso en la conciencia del ser humano. Luego, los personajes realizan una acción que podría describirse como el desmantelamiento de los límites invisibles que existen sobre el espacio que habitan. Con esto se estaría sugiriendo que esta construcción teatral busca decir que la realidad social formula límites ficticios, semejantes, por ejemplo, a los de la producción teatral. Las verdades bajo las que vive el hombre, por tanto, serían ficciones construidas por él mismo. Por tanto, el peso divino en la espalda de los hombres no es más que una construcción discursiva de los mismos hombres. Pero el ser humano, responsable de todo este mundo, al eludir o desconocer esa responsabilidad, se construye a sí mismo como un objeto inanimado, semejante a los que componen los cuadros denominados “Naturaleza muerta”.
Como consecuencia, cualquier intento de equilibrio en las actividades humanas implicará la caída, y aunque la acción dramática de Naturaleza muerta parezca avanzar hacia la concreción del placer, la piedra (un fragmento del muro) termina evidenciando que su peso es ineludible, porque el ser humano ha formulado los discursos suficientes para que esta autoimposición tenga la forma de una imposición externa e irrefutable.
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